Capítulo
15 Reanudar
PRIMERO
DE NOVIEMBRE (DIARIO DIECISIETE)
“Hoy
es el primer día de noviembre. Ya ha venido el frío a Les Àguiles. Estoy
bastante recuperado de la conmoción que tuve hace unos días. Ya sabía que este
desengaño pasaría tarde o temprano. Fue una pequeña alteración de sentimientos
que duró cinco días. Aquel tiempo fue muy breve, pero muy bonito. Y es que ella
me sigue pareciendo una persona maravillosa, con la que estaría todos los días
de mi vida.
En todo caso, no me quiero obsesionar. Eso sí, la quiero
mucho”.
“En
cuanto a mis cuatro amigos, tenemos una relación muy fuerte. De hecho nos
consideramos los cuatro artistas. De vez en cuando cantamos alguna canción de
la Gaga, hablamos entre nosotros de novios y novias. Quedamos algún día en el
café. Sobre todo lo que nos caracteriza son nuestras risas adolescentes, a
veces exaltadas por gimoteos.
Al fin y al cabo somos jóvenes al borde de un ataque de
nervios. Las hormonas nos hacen más peculiares y más graciosos. De vez en
cuando, hago alguna broma y me siento muy cómodo con ellos.
Todo esto no hubiera pasado, si no fuera por la atracción
que recibí de Jessica, siempre acompañada con su amiga Roser. Ella siempre
lleva sus ondulaciones y el pelo rizado de color chocolate. A decir verdad, la
miraba constantemente. Es una chica nueva que proviene del Sagrado Corazón, al
igual que su inseparable compañera. Suele hablar mucho con Albert, ya que
tienen una amiga en común y comentan lo chiflada que es la Lucecilla. Eso me daba igual. A mí lo que me chiflaba
era la pálida cara de Jessica. No es que me gustara, pero sentía unas ganas
tremendas de saludarla. Eso no fue hasta que nos acercamos al Bar Mestral, donde estaban sentadas las
dos. Le dije a mi amigo ruso, Vladimir y a Albert que fuéramos a ver qué hacía
la pareja.
En aquel momento, nos encontrábamos en la hora del recreo
y podíamos salir fuera del recinto escolar. Y en aquel momento, mantuvimos una
conversación breve. El taciturno
Vladimir le costó mucho presentarse y decir alguna que otra palabra. A mí
también, pero finalmente, pude dirigirle la palabra a los “Rizos de Chocolate”.
Me encantaba su blanca cara, tan dulce como ella misma, su pequeña nariz de
conejito y sus ojos saltones.
También fui consciente de que Roser (o “Rizos de Oro”,
por su cabellera rubia) fue a catecismo en la parroquia del pueblo cuándo
éramos más pequeños. Aún sigue yendo a misa cada domingo y canta con los amigos
de la iglesia. A veces se ausenta en las quedadas que organizamos por ese
motivo. O eso dice el chocolate…”
“Ahora
por la noche, Ainara me saluda y me dice que está leyendo Tom Sawyer. Eso me encanta de ella. Leer libros es una de las
pasiones que tenemos en común. Y a pesar, de que hace poco me impacté por lo
que ya he explicado (Mikel, por favor
olvídate de eso) ella sigue siendo la chica con la que he soñado. Para por favor, piensa en otra cosa.
Se desencadena, a partir de mi memoria, una nueva conversación:
-¿De
Dickens?
-Sí,
¿cómo puedes saber tanto de los autores?
-Es
que tengo memoria fotográfica.
-¿Sí?
Tal vez tengas mucha memoria.
-Cuando
venga en verano, te lo enseñaré, Ainara – le dije.
-Vale.
Eso sí, tienes memoria fotográfica, pero cuando vengas quiero que nos saquemos
fotos – responde ella dulcemente.
-Por
supuesto, Ainara. Contigo siempre. ¿Qué cuentas?
-Que
tengo ganas de abrazarte.
-Lo
mismo digo.
Se alarga la conversación hasta medianoche. Y sigo
diciéndome: “Madre mía, como puede decirme estas cosas a alguien como yo…”. Es
que nadie nos puede separar por mucha distancia que nos separe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario