Capítulo
8 Euforia
Ya estoy despierto. Me
cuesta levantarme de la cama, pero al final me animo. Me tomo el desayuno, me
visto, me arreglo y sobre todo vuelvo a pensar en lo de ayer.
Sólo han pasado ocho días
desde que ella y yo hemos entablado una amistad. Pienso y pienso… ¿Soy yo?
¿Vuelvo a estar ansioso de tener a alguien que me quiera, aparte de mi familia?
Todo el día, absolutamente
todo el día, llevo pensando en ello. Estoy confuso y siento algunas mariposas
en la tripa.
Le saludo y hablamos lo
típico: qué tal estás, qué haces… Nos grabamos nuestras propias voces para que
luego cada uno escuche lo que pronuncia el otro.
No me decido a decirle nada
de lo ocurrido el día anterior, hasta que me atrevo.
-Ayer
estuve pensando en lo que me dijiste ayer. Aquello de “me gusta el chico de las
novelas románticas”. He estado pensando todo el día acerca de esta frase. ¿Me
podrías decir exactamente lo que quieres decir con eso?
Se ríe y responde:
-¡Qué
momento más incomodo! Bueno, verás… Es que no puedo reprimir los sentimientos
que yo tengo hacia ti y no sé… ¡Es que tus poesías y tus frases enamoran! ¿Tú
te has oído?
¡Oh! ¡Se ha enamorado de mí!
Dios mío… Yo, que soy tan seco y tímido. Yo que estoy a seiscientos kilómetros.
A mí nunca me ha visto. Yo tampoco a ella. Pero a mí ella también me inspira.
¡Es magnífica!
Yo le respondo:
-Mira,
Ainara. Agradezco tu apoyo con mis poesías y te doy mil gracias sobre ello. He
estado reflexionando sobre nuestra amistad.
Continuo:
-Y
pienso en ti. No sé, eres una chica majísima…
Y finalmente sentencio:
-Yo
también me he enamorado de la única chica que conozco de Euskadi.
Un silencio solemne. Unos
sentimientos irreprimibles. Seiscientos kilómetros que nos separan. Dos
adolescentes. Esto marcará un antes y un después. La quiero y la querré.
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